MI MUNDO ES ACI

info@mimundoesaci.com

CONECTEMOS 1
Mis primeros pasos siendo mamá

Cuando mi hijo nació, tenía todos los nervios de una mamá primeriza. Absolutamente todo era nuevo para mí, las tomas de leche, los movimientos del bebé, sus etapas y no tenía más opción que aprenderlo mientras practicaba, al igual que todas las mamás. Cabe aclarar que desde el día uno, mi hijo tenía una rutina muy marcada, parecía diferenciar el día de la noche de manera muy intuitiva. Desde el inicio mi hijo tuvo problemas de gases y reflujo, por lo que pasaba de un pediatra a otro, hasta que alguno logre controlar sus dolores.  Llegué donde una especialista con muchos títulos, que trabajaba en un lugar prestigioso y que con un cambio de leche hizo que esos dolores se controlaran.

Había ciertos detalles de mi hijo de los cuales como cualquier mamá primeriza me maravillaba, tomaba fotos y hacía videos, porque los consideraba avances. En la universidad había aprendido mucho sobre las diversas etapas de los niños y lo esperable cada mes, tenía diversos aplicativos y estaba suscrita a varios blogs que me alertaban lo que mi hijo debía estar alcanzando y lograría próximamente. Conocía y tenía claro que cada niño tiene su ritmo y ninguno es igual a otro, pero justamente ahí saltaron más dudas; sin embargo, llevada por la emoción de sus logros, lo veía como algo ¨normal¨ típico de la mayoría que me hacía enorgullecerme que vaya meses adelantado en ciertas cosas, tanto que lo dejaba pasar.

Cuando mi hijo llegó a casa luego de salir del hospital levantaba su cabeza cuando lo ponía boca abajo, no se despertaba durante la madrugada para lactar, dormía de ocho de la noche a diez de la mañana; admito que me asustaba un poco, mi esposo y yo nos despertábamos cada cierto tiempo para ver si estaba respirando, pero la realidad es que estábamos muy satisfechos ya que no pasábamos las típicas ¨malas noches¨ que todos nos habían descrito.

A los cuatro meses se sentaba y no importaba que lo tuviésemos en brazos, hacía tanta fuerza que nos obligaba a sentarlo; acudimos a la pediatra y le contamos lo que estaba ocurriendo a lo que respondió: ¨no está bien, deben obligarlo a que permanezca acostado, él todavía no puede sentarse¨. Como buenos padres obedecimos, aunque nos causaba mucha curiosidad lo que nuestro hijo hacía. En esa misma etapa ya se paraba en su corral y daba pasos alrededor, sin ninguna estimulación y nuevamente acudimos a la pediatra; pero otra vez nos dijo que se estaba saltando una etapa importante y que no le permita dar pasos, debía obligarlo a gatear.

Contra su voluntad y avance lo obligamos a gatear y lo hizo muy bien, eventualmente se paraba y daba caminatas agarrado de lo que podía; a los seis meses dijo su primera palabra ¨papᨠmientras jugaba con su papá coincidentemente, cabe aclarar que durante el juego no se mencionó la palabra. Al mismo tiempo empezó su alimentación complementaria y otra cosa llamó mi atención desesperadamente, había alimentos que le generaban nauseas y vómito, incluso sin haberlos probado, sólo con el olor.

Cuando pasábamos por lugares que tenían olores fuertes, él tenía arcadas constantes; no toleraba ruidos fuertes como la licuadora, los aviones o los fuegos artificiales. Empecé a fijarme que sus sentidos eran muy desarrollados, recordé que cuando era más pequeño y lo sacaba a tomar sol, cerraba los ojos o viraba su carita para que no le dieran los rayos. Le molestaba que ciertas personas lo tocaran o lo abrazaron, pero no era con todos; tocar ciertos objetos tampoco le agradaba, sobre todo las masas o plastilinas.

Durante ese transcurso de los seis a los nueves meses cambié de pediatra, un día en consulta mi hijo empezó a llorar cuando ella se le acercó (cosa que no ocurría con otras personas), le sacó el pañal para revisarlo, mientras lo hacía él se orinó, ella explotó furiosa y dijo que era un niño sin límites que eso no debía hacerlo; estaba tan enojada que lo dejó en el cambiador y se alejó de él.

Entre gritos a mi hijo y a mi esposo dijo que era un mal educado y que no se le estaba enseñando límites; entendía que no era una profesional adecuada y que sus títulos no se reflejaban en sus conocimientos, puesto que un niño tan pequeño no podía tener límites aún (cualquier profesional que trabaje con niños, sabe que su corteza prefrontal, encargada del control emocional y solución de problemas, aún está en desarrollo), por eso decidí cambiar de profesional. Sin embargo, ahora que lo pienso, tanto tiempo después, mi hijo tenía reacciones de llanto, de temblar, de estar enojado, cada vez que ella se acercaba.

A los once meses ya no aguantó más y empezó a caminar, hasta ese momento todo lo demás parecía muy ¨normal¨ y dentro de sus estándares, pasó el tiempo y sus juegos empezaron nuevamente a llamar mi atención, jugaba clasificando colores, tamaños, formas, reconocía números y sonidos, aprendía estrofas de canciones y propagandas de televisión que había escuchado sólo una vez. Como mamá primeriza estaba maravillada con todo lo que veía, me sentía tan orgullosa de tener un niño que todo lo aprendía rápido sin necesidad de ser muy estimulado.

Usaba un vocabulario un poco sofisticado, que lo atribuía a su desarrollo en un medio de adultos y la poca tecnología que consumía (no me gustaba que pasara prendido en la televisión y lo poco que le permitía ver, era bajo vigilancia de un adulto para que esté acorde a su edad). Jamás me perdí ninguna de sus etapas, ni movimientos, tuve la suerte de estar con él en cada momento de su desarrollo, acompañando, ayudando, acolitando y enseñando.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

error: Content is protected !!