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¿Por qué mi Mundo es ACI?

A los dos años y medio mi hijo tenía que hacer un examen diagnóstico para ingresar al preescolar, para ese momento tenía un vocabulario de un niño entre cuatro y cinco años, entonces ya le había anticipado que entraría a la escuelita para estar con amigos y que ahí aprendería números, letras y todo lo que quisiera, él estaba muy emocionado, todos los días preguntaba cuando le tocaba ir; hasta que llegó el gran día. Entro fascinado, a diferencia de los otros niños, no lloraba, tenía la cara muy iluminada, como si le hubiese llegado una luz a su vida. Hacía todo lo que le decían y se acercaba a los niños que no podían, para resolverles sus acertijos, nosotros observábamos desde lejos.

Luego de un par de horas salió enojado de la mano de la profesora y yo asustada le pregunté ¿Qué pasó?, a lo que él respondió textualmente: ¨tú me dijiste que me enseñarían números y letras, pero sólo me tuvieron jugando¨. Yo no sabía que decir y la profesora entre risas le dijo: ¨Más adelante tendremos tiempo de aprender, hoy queríamos conocerte¨. Mi hijo lo entendió, pero no estaba muy convencido, cuando llegamos a casa le expliqué que en la escuela mediante juegos aprendían, que todo era poco a poco y entendí también mi error, en haberle creado una falsa expectativa en su primer día.

Su primer encuentro con la realidad de la escuela al parecer no era lo que él esperaba, sus expectativas fueron muy altas; sin embargo, luego le encantó, tuvo dos maestras que le brindaron mucho apoyo y cariño, me sentía tan bien como mamá de saber que tenía dos personas que estaban muy pendiente de cada proceso y que lo ayudaban más de lo que debían. Mi hijo amaba tanto la escuela que jamás decía no quiero ir, es más pedía que lo enviáramos en expreso para pasar más tiempo con sus amigos, había logrado una conexión muy fuerte con su entorno.

Aunque no todo fue perfecto porque tenía varias dificultades de socialización, la escuela lo abordaba bastante bien y yo en casa hablaba con él para que entendiera que ciertos comportamientos no eran correctos. Al finalizar el ciclo escolar su reporte académico fue excelente, sin embargo, a nivel social le faltaba mucho, en ocasiones debatía las reglas de la clase, con argumentos bastante válidos. Quería que todo sea justo, las profesoras describían que era un líder y le gustaba ayudar a los niños que no podían para que terminen rápido y poder jugar. Si veía que alguien no podía realizar alguna actividad, él le decía: ¨yo te enseño¨ o ¨así se hace¨ (yo como mamá, en cambio lo entendía como si se sintiera frustrado que los niños no vayan a su ritmo, aunque me reía por su sagacidad)

Hablaba con otras colegas sobre sus dificultades de socialización y avances rápidos, pero generalmente me decían: es porque tú eres profesional y sabes cómo enseñarle, además se desenvuelve en un mundo de adultos, es lógico que esté adelantado y su vocabulario vaya muy encima de lo esperable. Pero como mamá cuando lo comparaba con los demás, había un abismo de diferencia con otros niños, a sus tres años, sabía usar la lavadora y meter su ropa cuando ensuciaba algo, si se despertaba antes que yo, se preparaba su desayuno, jamás me levantaba para que yo lo haga, entre otros miles de ejemplos que puedo darles.

Me sugirieron que él haga vacacional de deportes y actividades donde esté con más niños para que vaya aprendiendo a socializar y seguir consignas, me daba mucho temor enviarlo a grupos donde yo no pudiese estar ahí, sin embargo, estaba consciente que le faltaba. Por ende, busqué que él realizara un vacacional con una profesora con la cual había hecho talleres anteriormente y que a él le fascinaba. Letty fue una maravilla, se tenían un cariño mutuo, pero incluso ahí la retroalimentación que me daba es que era un niño muy inteligente, con un buen vocabulario, que le gustaba aprender cosas nuevas.

Pero aquí ocurrió un evento a nivel mundial que generó cambio en las rutinas de todos, pero que mi hijo asumió de una manera tan buena, como un adulto, la pandemia del COVID- 19, lo que nos obligó a permanecer en casa por mucho tiempo, y me hizo estar más cerca de sus clases, donde mis sospechas se hacían más fuertes, entendía que mi hijo era diferente, pero no podía diagnosticarlo.

A los cuatro años lo puse en varias clases extracurriculares virtuales (modalidad que jamás fue un impedimento, al contrario, le encantaba aprender tanto) inglés, batería, teatro, dibujo, entre otras; a lo cual empezaron las retroalimentaciones de todos los maestros por su nivel de adelanto, inteligencia y desenvolvimiento. Los diversos maestros de batería mencionaban que con él avanzaban varios ritmos en una clase, mientras que con adultos en ocasiones duraban hasta quince días en hacerlo, la profesora de inglés mencionaba que aprendía muy rápido, más que otros niños, la profesora de teatro lo cambió de grupo con niños más grandecitos porque encajaba muy bien con ellos y se desenvolvía como un chico mayor.

Ese año durante las clases virtuales en la escuela muchas cosas se hicieron evidentes, sus avances, la diferencia con sus compañeros, su intensidad emocional, el alto nivel de perfeccionismo, los temas que manejaba y que iban por encima de su nivel, su exacerbada sensibilidad a los olores, sabores, sonidos, texturas, entre otras, su vocabulario sofisticado, la cantidad de información que tenía sobre temas que le llamaban la atención (el universo, las tortugas marinas, las corrientes marinas, la erosión de la tierra, etc.)

Al finalizar el año escolar fueron tantas mis dudas que por voluntad propia decidí investigar con sus maestros sobre su desenvolvimiento para poder realizar una evaluación psicopedagógica por cuenta propia; durante las vacaciones conversé con mi esposo, escogimos el centro evaluador, hicimos un esfuerzo enorme y lo realizamos. Después de casi un mes, el 30 de abril de 2021, el día de mi cumpleaños recibí el diagnóstico de Altas Capacidades de mi hijo.

Cabe aclarar que como psicóloga ya había trabajado con niños ACI desde hace varios años en el área emocional y conductual, pero definitivamente no es lo mismo que ser mamá. Es aquí donde mi mundo cambia, me enfoqué en capacitarme mucho sobre el tema, en leer, investigar, prepararme como mamá, como profesional, pero también como esposa porque me tocaba ayudar a que mi esposo comprenda el diagnóstico, lo trabaje y se convierta en ese pilar fundamental para seguir ayudando a nuestro hijo. Desde esa fecha empezó nuestra aventura en el Mundo ACI, nuestra vida cambió y tuvimos un nuevo propósito.

 

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