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Muchos desafíos en el mundo ACI!

 

El 2022 fue un año de nuevos desafíos, retomando las clases presenciales, mi hijo conocía y manejaba temas que el promedio de su clase no lo hacía, sus gustos no eran los típicos de los otros niños, como superhéroes o videojuegos, más bien iban enfocados en seguir leyendo, armar legos, rompecabezas y cada vez se establecía desafíos más grandes; entonces llegó el gran problema y aquello que a los padres nos rompe el corazón.

Al iniciar la nueva escolaridad me reuní con sus maestras para pedir que se realicen adaptaciones curriculares que eran necesarias y que durante el periodo 2021 no se habían hecho por las clases virtuales. Sin embargo, me solicitaban un nuevo diagnóstico y ponían un montón de excusas que como profesional, sabía que, en realidad el colegio no estaba preparado. Las notas jamás me preocuparon, pero ya tenía mensajes constantes de mi hijo que no le gustaba la escuela, que todo era aburrido, que sólo pasaba repitiendo cosas que ya sabía y lo peor de todo, sus compañeros de clase no querían jugar con él.

Todos los días eran un llanto y un desafío constante para convencerlo que debía ir, le enseñaba qué podía decir y qué podía hacer para integrarse con sus compañeros, le ayudaba a regularse emocionalmente para que tolere la frustración, pero nada servía, si él no se sentía en un ambiente cómodo. Tuve muchas reuniones tratando de que el colegio entienda que una adecuación curricular era importante para generar un sentido de pertenencia, pero, sólo me veían como la mamá insistente que quería que su hijo sobresalga.

Mi hijo ya conocía su diagnóstico, se lo dije desde el inicio, pero era tanto su nivel de frustración y ansiedad en el colegio, que me pedía ya no ser inteligente para poder realizar lo mismo que sus compañeros, para que ellos lo acepten. Tuve dificultades con varias mamás, porque a mi hijo lo empezaron a molestar mucho en el colegio y los niños les contaban a sus padres cuando mi hijo reaccionaba mal, entonces para ellas mi hijo hacía ¨bullying¨, pero hasta las mismas profesoras se daban cuenta que sus reacciones eran cuando se cansaba de que lo molesten, pero esa parte era omitida por los demás padres.

El año escolar avanzaba, mi esposo y yo estábamos desesperados porque mi hijo no quería ir a la escuela, teníamos problemas con los maestros por su conducta, los comentarios de los padres también nos afectaban y el nivel de tristeza que invadía a mi hijo cada vez era más grande. Entonces un día mientras él me decía que ya no quería ser inteligente tuve una conversación con él, como si fuese un chico grande.

Le expliqué que él era diferente, que su nivel de inteligencia no era malo, sólo que tenía gustos e intereses que los otros niños, aunque tenían su edad, aún no comprendían, pero que eso no era una falla en él, al contrario, era una fortaleza porque él podía ayudar a otras personas en ciertos temas que eran desconocidos. Le mencioné que el colegio jamás estaría a su nivel porque él estaba bastante avanzado y que muchas cosas serían repetitivas pero que nosotros sus padres haríamos todo lo que esté a nuestro alcance para lograr satisfacer su necesidad de aprender. Que entendía su desesperación y la forma de expresarlo con ciertas conductas, pero que esa no era la manera correcta de demostrarlo en el colegio, que más bien armáramos otra estrategia para que sus maestros puedan ver su verdadero potencial.

Esa conversación fue mágica, tanto para él como para mí, entre mis brazos suspiró, me dijo que lo entendía y que se sentía feliz de ser diferente. Desde ese momento su comportamiento cambió en el colegio, regresaba feliz porque había podido ayudar a algún compañero, poco a poco empezó a relacionarse mejor con los niños de la clase y su frustración bajó. Cada vez que tenía curiosidad por algún tema sabía que tenía un espacio en casa para descubrirlo y para aprender.

Hoy en día realiza doble escolaridad, la presencial por un tema de socialización y la online para ir a su ritmo, él está fascinado y aunque en ocasiones pensamos que puede ser mucho y agobiante, él se siente feliz y da lo mejor en ambos espacios.

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